Un pedacito de mí
Ser como fui desde pequeño, significó la intrepidez
de mi vida adulta. La curiosidad y el amor a un pasatiempo que se quedaría como
instante grabado en los segundos, minutos y horas que pasé. Los primeros años
de mi vida fueron de sorpresas, juegos y alegrías, siempre rodeado de mis
primos hermanos; Eduardo, Liz, Meli y Gustavo. Con ellos aprendía que los
mágicos momentos son sólo breves instantes, como en la música, como en el
sonido placentero de mi ocarina. Por ello aún plegados a mi corazón están los
recuerdos que junto a ellos, mis abuelos… ¡Mi tan querida morena y mi abuelito
Pedro! Y sin duda alguna, mi madre… que con un esfuerzo incesante logró de mis
anhelos…de mis sueños, la realidad.
No había deseo que no se cumpliera, mi madre, como
Estela de luz lo lograba, aunque mi “brutus el guardián” se perdió en camino. Los
primeros indicios de mi gusto por este tipo de arte, comenzó cuando recibí mi
batería, ¡así es!... la batería más tocada y disfrutada en las líneas. Más
tardé consumí mi tiempo en juegos, en series y demás, pues me producía la
sensación de algo más, de algo nuevo. Sin embargo mi creatividad, modestamente,
era desbordada por ello, y necesitaba más por ver.
Transcurrieron así, cortos y largos años
indescriptibles, llenos de luz, de sensaciones…
Estudié mi educación primaria, secundaria y
preparatoria, y orienté mi luz hacía una nueva meta, estudiar en la Universidad
Politécnica del Estado de Morelos y lo logré.
Ahora soy Ingeniero en Informática.
Mis inspiraciones son basadas en el amor y el cariño
del que he sido premiado toda mi vida y por esa razón lo deseo reflejar en mi
encuentro con la ocarina.
La ocarina es más que mi pasatiempo; es mi compañera
de viaje, mi relajación, mi “yo” interno.
Cada una de las que he podido adquirir de diferentes
países, significa además del esfuerzo, un sentimiento preciso, porque así como
yo, cada una tiene su historia. Algunas
se han quedado en mi camino, se han hecho añicos para recrearse en mi corazón.
Otras, y muchas más, son sensacionales… ¡todas lo son! Y qué decir de los
grandes amigos que he conocido en este andar, me han dado lección de que no
debo dejar de creer en la humanidad, que todavía hay quien enamora con sonido y
se enloquece con él.
Yo, Pedro Armando Talavera Martínez, lo soy, soy
esto y mucho más.
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