Un pedacito de mí

lunes, 20 de febrero de 2017

Un pedacito de mí




Ser como fui desde pequeño, significó la intrepidez de mi vida adulta. La curiosidad y el amor a un pasatiempo que se quedaría como instante grabado en los segundos, minutos y horas que pasé. Los primeros años de mi vida fueron de sorpresas, juegos y alegrías, siempre rodeado de mis primos hermanos; Eduardo, Liz, Meli y Gustavo. Con ellos aprendía que los mágicos momentos son sólo breves instantes, como en la música, como en el sonido placentero de mi ocarina. Por ello aún plegados a mi corazón están los recuerdos que junto a ellos, mis abuelos… ¡Mi tan querida morena y mi abuelito Pedro! Y sin duda alguna, mi madre… que con un esfuerzo incesante logró de mis anhelos…de mis sueños, la realidad.
No había deseo que no se cumpliera, mi madre, como Estela de luz lo lograba, aunque mi “brutus el guardián” se perdió en camino. Los primeros indicios de mi gusto por este tipo de arte, comenzó cuando recibí mi batería, ¡así es!... la batería más tocada y disfrutada en las líneas. Más tardé consumí mi tiempo en juegos, en series y demás, pues me producía la sensación de algo más, de algo nuevo. Sin embargo mi creatividad, modestamente, era desbordada por ello, y necesitaba más por ver.
Transcurrieron así, cortos y largos años indescriptibles, llenos de luz, de sensaciones…
Estudié mi educación primaria, secundaria y preparatoria, y orienté mi luz hacía una nueva meta, estudiar en la Universidad Politécnica del Estado de Morelos y lo logré.
Ahora soy Ingeniero en Informática.
Mis inspiraciones son basadas en el amor y el cariño del que he sido premiado toda mi vida y por esa razón lo deseo reflejar en mi encuentro con la ocarina.
La ocarina es más que mi pasatiempo; es mi compañera de viaje, mi relajación, mi “yo” interno.
Cada una de las que he podido adquirir de diferentes países, significa además del esfuerzo, un sentimiento preciso, porque así como yo, cada una tiene su historia.  Algunas se han quedado en mi camino, se han hecho añicos para recrearse en mi corazón. Otras, y muchas más, son sensacionales… ¡todas lo son! Y qué decir de los grandes amigos que he conocido en este andar, me han dado lección de que no debo dejar de creer en la humanidad, que todavía hay quien enamora con sonido y se enloquece con él.

Yo, Pedro Armando Talavera Martínez, lo soy, soy esto y mucho más.

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